Los expertos de la misión británica esperaban encontrar diminutas formas de vida en el lago situado a tres kilómetros bajo el hielo de la Antártida, el ambiente más remoto y extremo conocido en la Tierra.
Los científicos británicos decidieron abandonar la misión después de intentar durante 20 horas conectar dos agujeros en el hielo que se necesitaban para poder utilizar el taladro de agua caliente. Sin una conexión entre los dos orificios, el agua caliente se filtraría en las capas superficiales porosas del hielo y se perdería, reduciendo la presión y haciendo que el taladro fuera ineficaz.
El equipo trató de fundir y cavar más nieve para compensar la pérdida de agua, pero sin éxito. Como resultado del tiempo extra tomado para solucionar el problema, las existencias de combustible se habían agotado hasta el punto de hacer la operación inviable.
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